Cuantas veces hemos escuchado a la tía, la abuela, la prima y hasta la hermana o cuñada, recomendarnos el uso de fajas y contarnos sus experiencias y lo mucho que les ayudó, durante el parto o postparto; ah, porque sin ella “no hubieran recuperado la figura”.
El corsé es y ha sido una prenda objeto de polémicas a lo largo de la historia. El uso de corsé o faja se remonta al siglo XVI en Europa, y actualmente en el ámbito del fetichismo es considerada como un icono, ya que limita el movimiento y acentúa las formas femeninas. También tenemos el tightlacing, corseting o entrenamiento de la cintura, que es el hábito de usar un corsé durante más de veinte horas al día, lo que nos lleva una “modificación corporal”.
¿Pero realmente son recomendables durante el embarazo y el postparto?
Primero quiero contarte todo lo que sucede en nuestro cuerpo durante el embarazo.
Por un lado, tenemos la hormona “relaxina”, es la hormona responsable de relajar y darle laxitud a nuestras articulaciones, la que nos va a permitir que nuestra pelvis se mueva y permita la apertura del canal vaginal para que el bebé nazca, ahora imagínate esta hormona multiplicada por diez en los últimos meses del embarazo y que permanece alta hasta las ocho semanas después del parto.
Por otra parte, nuestros tejidos y músculos están distendidos, debilitados y probablemente con menos fuerza que antes, nuestros músculos abdominales no solo se han distendido, sino que se abren originando una diastasis que nos deja debilitada nuestra “faja natural”, y de ahí vienen esos dolores lumbares por los que todas pasamos.
También sumémosle esos kilitos de más y la inflamación que presentamos por retención de líquidos durante el embarazo y el postparto.
Ahora sí, llegamos a esa pregunta que nos hacemos todas ¿faja o no faja?
Nuestro cuerpo es tan maravilloso y perfecto, que nos han mandado a este mundo con todas las herramientas necesarias para recuperarnos. Solo necesitamos saber como activarlas y trabajarlas.
Tenemos nuestra propia faja, la llamaremos “faja anatómica” o por su nombre correcto “transverso del abdomen”. Si yo te pidiera que imaginaras el músculo transverso del abdomen, la forma más fácil de describirlo sería la forma de un corsé.
Esta “faja anatómica” la puedes trabajar antes de embarazarte, durante el embarazo y postparto. ¡No hay razón para no trabajarla y activar ese core!
Ahora lo más atractivo, fácil y rápido durante el posparto es usar una faja abdominal que nos ayude de manera inmediata a meter esa pancita y nos dé soporte en nuestro core. Pero el uso prolongado puede resultar más perjudicial que beneficioso.
La evidencia científica nos dice que el uso de férulas, fajas, collarines nos provoca una atrofia muscular, ¿esto qué quiere decir?, que nos debilita la musculatura. Ahora imagínate promover la debilidad de un músculo que ya está débil.
Visualiza el contenido abdominal, como un globo lleno de agua, donde por arriba tenemos el músculo del diafragma, que es el principal músculo de la respiración y tiene forma de cúpula, y por abajo tenemos los músculos del suelo pélvico, que tiene forma de hamaca y sobre estos músculos se encuentran los órganos pélvicos, como el útero, vejiga y recto.
¡Ahora imagínate comprimir ese globo de agua con un cinturón! ¿Te los estás imaginado? Si, lo único que estás haciendo es comprimir tus órganos hacia abajo, provocando un hiperpresión hacia los músculos del suelo pélvico, que los va a tensar y a debilitar aún más de lo que ya están. Esta hiperpresión buscará una salida y de ahí se originan las disfunciones del suelo pélvico, como la incontinencia urinaria y los prolapsos.
¡Y tu “cinturón anatómico” lo dejaste en pausa! Lo mandaste de vacaciones mientras tu faja postparto está haciendo su función. El músculo ya no necesita activarse y, por lo tanto, solo lo estás debilitando más de lo que ya está.
Así que regresando a la pregunta original ¿Faja o no faja? Como fisioterapeuta especialista en el suelo pélvico, lo único que puedo recomendarte es el “cinturón pélvico o cinturón posparto”, que es una cinta elástica y regulable que se coloca rodeando la pelvis, por debajo de las espinas iliacas (los huesitos de las caderas). Se usa tanto en el embrazo como en el postparto, como en otros casos de riesgo de disfunciones del suelo pélvico.
Al contrario que las fajas lumbares que inmovilizan la espalda y dan soporte pasivo, el cinturón pélvico estabiliza la articulación sacro-iliaca y reposiciona la pelvis, aumenta la amplitud dinámica y la resistencia haciendo trabajar la musculatura dorsal, abdominal y pélvica.